Bob Fingerman, From the Ashes Nro. 4 (agosto 2009). IDW Publishing.
Lo maravilloso de la fábula postapocalíptica de Fingerman resulta de su cóctel cínico/satírico/escéptico más su lectura y utilización de la cultura pop. Pongámoslo en contexto: un Estados Unidos alejándose progresivamente de la resaca del 11-S, con un Obama a punto de cumplir un año como presidente y con el fin del mundo como tópico cuasi-constante – que sólo se repite para postergarse hasta su próxima repetición/adaptación -. Fingerman construye su relato a partir de dos principios: 1) El formal tiene como idea páginas que respetan en su mayoría 4 viñetas apaisadas con una paleta de colores monótona, que va del ocre-amarronado del exterior devastado – la causa del fin nunca es explicada del todo bien, pero hay explosiones nucleares involucradas – al azul frío del presidio y finalmente, el color de la vuelta a una realidad propia, no-represiva, donde la pareja protagonista puede vivir gozando de sus cuerpos mutados y no-reproductivos; 2) La resistencia y la supervivencia están basadas en las enseñanzas de la cultura popular – las citas a Mad Max, a Phillip Dick como guía filosófica-nerd -. La reconstrucción social implica la posibilidad de coexistencia pacífica con caníbales, zombies y mutantes. El pop como forma(s) de vida contempla también la posibilidad de multiplicación sin aniquilación. También el fanatismo religioso que se presenta como modelo ordenador/biopolítico, encarnado en MODOZ, una mezcla de locutor fundamentalista de derecha de la cadena FOX, el Mago de Oz, M.O.D.O.K. el villano de la Marvel y Zardoz, aquella otra fábula distópica de culto protagonizada por un Sean Connery leather. El señalamiento de este pastiche por parte del protagonista revela al pop como discurso de poder en disputa: la posibilidad de la multiplicación de forma de vivir contra el discurso normalizador/exterminador que busca, aún entre las ruinas de la civilización, continuar su espectáculo de muerte.