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Para leer al imperialismo

Para leer el Imperialismo. La historieta como arma discursiva en 450 años de guerra contra el Imperialismo (1973-1974) de Héctor G. Oesterheld y Leopoldo Durañona

Pablo Turnes

Entre el 24 de julio de 1973 y el 26 de marzo de 1974, Héctor Oesterheld y Leopoldo Durañona produjeron para El Descamisado —órgano de prensa oficial de Montoneros—una serie de relatos que a partir del número 10 y hasta el número 46 —el último publicado—, encararon la tarea de (re)construir un relato histórico-pedagógico desde una historieta que situara temporalmente y legitimara ideológicamente la existencia y la misión de Montoneros. El resultado fue una obra inconclusa, radical y polémica.
Este trabajo se propone revisar los postulados sobre los que la obra fue construida, teniendo en cuenta 1) el discurso antiimperialista desarrollado por Oesterheld/Durañona; 2) las características del relato historietístico como lenguaje específico y su complejidad a la hora de transmitir información desde la combinación imagen/texto; 3) la influencia de la Teoría de la Dependencia como matriz ideológica de una forma de entender la lucha política pero también las posibilidades de un medio que se asume como popular/marginal. Vale aclarar que la identificación de estos puntos no implica necesariamente su separación, al contrario: se trata justamente de poder ponerlos en juego para verlos interactuar, probar sus combinaciones, extrapolaciones y límites. Comencemos entonces nuestro desafío.

El texto puede leerse acá, en los Cuadernos de Cómic Nro. 2

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El país desconocido

Durañona-Oesterheld - 450 años de imperialismo

Leopoldo Durañona y Héctor Oesterheld, «La Muerte de Quiroga» en Latinoamérica y el Imperialismo. 450 años de Guerra. Doedytores, 2004 (publicado originalmente en El Descamisado n.º 36, 22 de enero de 1974)

Toda reflexión sobre la obra de Oesterheld corre el riesgo de caer en la obviedad de no poder dejar de mencionar su destino como desaparecido, junto a sus cuatro hijas y dos yernos, víctimas de la dictadura de 1976-1984. Y ciertamente, la pregunta es si acaso sea posible hacerlo, porque obra y vida se han fusionado de tal manera en su figura que no es posible pensar la una sin la otra, aunque eso conlleve el riesgo mencionado.

 Otra falta importante suele ser la banalización o la subestimación del rol de los dibujantes. En un lenguaje como la historieta donde todo es gráfico eso supone un error fatal para cualquier aproximación crítica sobre el tema. Como hemos visto, el dibujo acarrea y construye su propia tradición, fórmulas, recursos. Estrategias que tienen esos asalariados de explicitar su existencia como presencia autoral dentro de la maquinaria despiadada del capital, en la obsolescencia de la mercancía. El relato, lejos de ser propiedad exclusiva del escritor, es también un campo disputado, falsamente dialéctico porque no hay verdadera síntesis, sino un funcionamiento oximorónico entre dos factores que nunca pueden reducirse el uno al otro pero que sí comparten una conflictiva dimensión gráfica.

No es difícil entender por qué, desde este punto de vista, la historieta es un lenguaje intrínsecamente político: propone – y en el mejor de los casos desafía – al lector a construir su propio relato con lo dado. Incluso en una serie con un marcado significado político-pedagógico como Latinoamérica y el Imperialismo, la trama se vuelve por momentos sobre sí misma, señala un afuera, se muestra como relato, provoca respuestas de sus lectores. Tal vez en eso el objetivo político de la serie haya sido más exitoso que en la reconstrucción histórica.

El 8 de abril de 1974, el ministro del Interior Benito Llambí firmó el decreto 1100/74 que implicó la clausura de El Descamisado, por “promover caos ideológico y conceptual”. Era el fin del proyecto montonero que pasó a la clandestinidad, y de la serie de Oesterheld/Durañona. En este punto, las cosas parecieran retrotraerse a un principio de disyunción — aunque no necesariamente en el sentido en que lo planteara Erwin Panofsky —: imagen/texto; guionista/dibujante; asalariado/militante clandestino. Como en esa impresionante página donde se muestra el asesinato de Facundo Quiroga, cuando la herida lo aniquila, la fuerza de la muerte separa el texto de la imagen. A ambas les está vedado representar lo irrepresentable, la muerte, ese país desconocido del que no vuelve ningún viajero

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