- Sandor Clegane, el Sabueso (Rory McCann) es uno de los personajes que más impacta del infinito elenco de Game of Thrones. Es simple: el hombre es una bestia, y de eso se gana la vida. Un veterano de guerra con la mitad del rostro deformado por el fuego, cuyo único deseo es dar la muerte; cuyo único talento es hacerlo. Se entiende por qué sirve a esa casta ponzoñosa y revulsiva condensada en el insoportable Rey Jeoffrey, un psicópata malcriado. La guerra lo ha despojado de su humanidad, y sólo queda ocupar el lugar del asesino, del que no espera amor ni lo dará.
- La batalla lo devuelve a su origen: los cuerpos prendidos fuegos, los hombres muriendo por amos ingratos, la nada misma de la guerra que devora vidas como construye imperios. Eso que hoy llamamos stress post-traumático lo devuelve de alguna manera a sí mismo, y como Arquíloco de Tasos, deserta de la batalla para seguir vivo. Su renuncia es todo un manifiesto político: cuando el monarca le ordena que vuelva a combatir hasta la muerte, el Sabueso le responde: Fuck the King. El asesino le dirá a la futura reina, antes de partir hacia el norte “donde no hay fuego”: todos son asesinos porque sin asesinato no hay base para el poder.
- Juan Aranzadi ha vinculado la figura de Arquíloco con la deserción y el éxodo como forma de resistir vitalmente, buscando la vida más allá de las fronteras, renunciando a las identidades heredadas e impuestas desde una lógica de Estado-Nación. Es una renuncia a la muerte como fundamento biopolítico del sostenimiento del poder que no deja de hacernos esclavos. Su aceptación es el mutilado contra el que advertía Unamuno; su negación, la de un sabueso sin dueño, solo y herido, pero libre en su camino.